El sirviente agito la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra su pecho, miro hacia todos lados y entro en su casa.
EL CIRCULO 99 MONEDAS DE ORO.
EL CIRCULO 99 MONEDAS DE ORO.
Había una vez un rey muy triste que tenía un sirviente. El sirviente del rey triste, era muy feliz. El rey estaba como loco. No conseguía explicarse como el paje estaba viviendo de prestado, usando ropa usada y alimentándose de sobras de los cortesanos. Cuando se calmó, llamo al más sabio de sus asesores y le contó lo que sucedía.
- ¿Por qué él es feliz?
- Ah, majestad, lo que sucede es que el está fuera del círculo.
- ¿fuera del circulo?
- Así es.
- ¿y eso lo hace feliz?
- no, Majestad, eso es lo que no lo hace feliz.
- A ver si entiendo, ¿Entrar en el círculo te hace infeliz?
- Aso es.
- Y el ¿No está? Y ¿Cómo salió?
- Nunca entro.
- ¿Qué circulo es ese?
- el círculo del 99.
- verdaderamente no entiendo nada.
- la única manera para que entiendas, seria mostrándotelo en los hechos.
- ¿Cómo?
- haciendo entrar a tu paje en el círculo.
- Eso, obliguémoslo a entrar.
- No hace falta, Su Majestad. Si le damos la oportunidad, el entrara solito, solito.
- ¿Pero él no se dará cuenta de que eso es su infelicidad?
- Si, se dará cuenta.
- Entonces no entrara.
- No lo podrá evitar.
- ¿Dices que él se dará cuenta de la infelicidad que le causara entrar en ese ridículo circulo, y de todos modos entrara en el y no podrá salir?
- Tal cual Majestad. ¿Estás dispuesto a perder un excelente sirviente para poder entender la estructura del círculo?
- Sí.
- Bien, esta noche te parare a buscar. Debes tener preparada una bolsa de cuero con 99 monedas de oro, ni una más, ni una menos, 99!!!
- ¿Qué más? ¿Llevo a los guardias por si acaso?
- Nada más que la bolsa de cuero. Majestad, hasta la noche.
- hasta la noche.
Así fue. Esa noche, el sabio paso a buscar al rey. Juntos se escurrieron hasta los patios del palacio y se ocultaron junto a la casa del paje. Allí esperaron al alba. Cuando dentro de la casa se encendió la primera vela, el hombre sabio agarro la bolsa y le pincho un papel que decía: ¨Este tesoro es tuyo. Es el premio por ser un buen hombre. Disfrútalo y no cuentes a nadie como lo encontraste¨ y la dejo en la puerta del sirviente.
El sirviente agito la bolsa y al escuchar el sonido metálico se estremeció, apretó la bolsa contra su pecho, miro hacia todos lados y entro en su casa. El, que nunca había tocado una de esas monedas, tenía hoy una montaña de ellas para el. El paje las tocaba y amontonaba, las acariciaba y hacia brillar la luz de la vela sobre ellas. Las juntaba y desparramaba, hacia pilas de monedas: Una pila de diez, dos pilas de diez, tres pilas, cuatro, cinco, seis… mientras sumaba 10, 20, 30, 40, 50, 60… hasta que formo la última pila: 9 monedas!!!. Su mirada recorrió la mesa primero, buscando una moneda más. Luego el piso y finalmente la bolsa. ¨No puede ser¨, pensó Me robaron! Grito. Me robaron, malditos!!. ¨99 monedas. Es mucho dinero¨, pensó. Pero me falta una moneda. Noventa y nueve no es un numero completo – pensaba – Cien es un numero completo pero noventa y nueve, no.
El rey y su asesor miraban la escena por la ventana. La cara del paje ya no era la misma, estaba con el ceño fruncido y los rasgos tiesos, los ojos se le habían vuelto pequeños y arrugados y la boca mostraba un horrible rictus, por el que asomaban sus dientes. El sirviente guardo las monedas en la bolsa, la escondió entre la leña y se sentó a hacer cálculos. ¿Cuánto tiempo tendría que ahorrar el sirviente para comprar su moneda numero 100? Todo el tiempo hablaba solo, en voz alta. Estaba dispuesto a trabajar duro para conseguirla. Después quizás no necesitara trabaja trabajar más. Con 100 monedas un hombre es rico. Con 100 monedas se puede vivir tranquilo. Saco el cálculo. Si trabajaba y ahorraba su salario y algún dinero extra que recibía, en 11 o 12 años juntaría lo necesario. Quizás pudiera pedirle a su esposa que buscara trabajo en el pueblo por un tiempo. El mismo, después de todo, terminaba su tarea en el palacio a las cinco de la tarde, podría trabajar hasta la noche. Saco las cuentas sumando esas extras, en siete años reuniría el dinero. Y siguió durante horas haciendo sus cálculos…. El rey y el sabio volvieron al palacio. El paje había entrado en el círculo del 99!!!
Durante los siguientes meses, el sirviente siguió sus planes tal como se le ocurrieron aquella noche. Una mañana, el paje entro en la alcoba real golpeando las puertas, refunfuñando y de pocas pulgas.
- ¿Qué pasa? – pregunto el rey de buen modo.
- Nada me pasa, nada me pasa.
- Antes, no hace mucho, reías y cantabas todo el tiempo.
- Hago mi trabajo, ¿No? ¿Qué querría su Alteza, que fuera su bufón y su juglar también?
No paso mucho tiempo antes de que el rey despidiera al sirviente. No era agradable tener un paje que estuviera siempre de mal humor.
Tanto el rey como su sirviente, tuvieron que vivir esta experiencia. Tuvieron que vivir de primera mano la necesidad de ir por más, de tratar de lograr alcanzar lo que les faltaba para estar completos, para llegar al 100%. No podían ser felices con lo que tenían, con sus 99. Nosotros pudiéramos estar en los mismos zapatos que el rey o que su sirviente, andamos buscando la moneda que nos falta; nuestra cultura, nos ha enseñado que debemos ir por mas, que debemos alcanzar el siguiente nivel, que hasta que no tengamos esto o aquello, no estaremos completos y no podremos ser felices.
Tener ambiciones no es nada malo, al contrario tener ambición es la energía que nos empuja a desear superar nuestra condición, sin embargo ser ambicioso en demasía puede hacer que nuestra vida tenga un sabor amargo. También lo puede ser el hecho de adoptar una actitud conformista ante la vida. En conclusión creo que debe haber un equilibrio entre la satisfacción por lo que tenemos y los objetivos que deseamos alcanzar. Tal vez es tiempo de notar que tus 99 son el 100% de tu tesoro.
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